Once

El que no sabe de nombres
sólo de números.
Precios, descuentos, por menor, por mayor.
De día y de noche...

De día inefable,
el palacio de la reventa, del vivir vendiendo lo vendido:
mecaderes, telas, y el dinero que reparten,
mal reparten.
Y siempre un amigo o dos, que viven por ahí.

Nadie sabe si es un barrio, un mercado,
o un lugar en el medio de algo.

El Once. A donde nunca queremos ir,
pero tiene que existir..
Que precios, que variedad. Eso sí, mala calidad.
"Seguro que al lado más barato" pero ya me quiero ir.

El Once, con número por nombre,
sólo sabe de números.
una estación, una plaza con tumba,
cien mil colectivos, tres subtes,
ciento noventa y cuatro pibes muertos,
una desidia.

¡Qué variedad! A donde nunca queremos ir.
¡Y de noche! A donde nunca queremos ir.

Persianas bajas. Algún amigo siempre vive por ahí.
¡Y de noche! Nadie sabe de nombres.
Sólo de números:
Una bolsa, de diez.
¿Cuánto por ciencuenta?
¡Y de noche! Nadie sabe de nombres.
Mejor no saber.
Y algún amigo que siempre vive por ahí.
Uno o dos amigos.
En Once.
Con veinte o cincuenta.

En Once nunca se comparte.
En Once se reparte.
La tela y la cocaína
nunca se comparten.
Se reparten.

San Telmo

Hoy San Telmo, pero no se si me animo.
Hoy no te encuentro, te camino, sí, pero no te encuentro.
Derecho por aquella, doblo en la otra.
Siempre las veredas tuyas, si, tuyas;
las veredas tuyas en las que sólo entran dos
si somos amantes; pero no te encuentro...

Vuelvo a doblar y ahora la sed, esa:
la que el agua no sacia.
Puerta de madera, tallada ni en este siglo
ni en el que nací; pero no, no se, creo que no...
Allí la barra, trillizas con la puerta y la pinotea... puede ser...
La bebida, fría y espuma, tirada y cerveza
venida de países sin verano.
Por allí la charla, se ve como de bar de San Telmo,
con el frío de afuera, igual la cerveza;
pero ese idioma no lo conozco. Hoy no te encuentro.

Elijo cualquiera con nombre que sepa pronunciar,
para no pasar vergüenza, ¿vió?
Con mi vaso con manija me siento al fondo,
no tan al fondo, porque al fondo la pensión, casi pensión.
Hoy no te encuentro, San Telmo.

No encuentro a mis inmigrantes abuelos, de lucha.
Estos son otros, de ducha. Y baño privado, please, of course, good bye.

Cinco tragos, dos cortos, tres largos, y me largo;
me confundo, cierto, ya pagué, ahora se estila por adelantado.
Se perdió: la cuenta, el mozo, la charla, el chiste, el clima, la propina, me voy.

Así, ruidoso, salgo, puerta, frío, salgo.
Reanudo el paso, un paso, me detengo.
¿Enfrente? Casa gris, ventanas largas y balcón.
Soga, sabana, camisa, camisa, pantalón, broches.
Todo así, casi obsceno, bello, en la soga;
en el balcón, ventanas largas y casa, tomada.
Salgo a tu encuentro, San Telmo

Barracas

Curiosos barrio, Barracas.
Con nombre que suena a barrio
pero nada tiene que ver, ni con barro.
Curioso barrio que tiene, por así decir,
como cualidad una falta, quiero decir,
que aunque busquen nunca encontrarán, yo les digo,
una esquina como dios mnada, es decir,
una calle y otra, y se cortan y cuatro esquinas
y nunca encontrarán, yo les digo, en mi barrio tal cosa.

Así es mi barrio de curioso
hasta para quien lo camina de día
y lo pasea de noche,
hace tantos días ya, que han formado
años los días que así ha pasado.

Es barrio de perros, de canes, de jaurías,
mi barrio.
Perros de panzas al sol,
de perros que no ladran -benditos sean-
pero sí muerden, pues de las aceras dueños son.

Barrio de mecánicos talleres,
de la broma permanente, mientras chapa y pintura;
la que acosa al menos alerta,
y entonces:
puteada y carcajada,
repuesto y balanceo.

Y lo voy a decir, porque mi barrio lo merece:
que mi barrio es hermoso
porque en él abundan las casas
y ninguna no es modesta.
Hermoso.

Barrio es el mío de poetas
que aún no han nacido.
Que le ha dado, a nuestra imaginación,
a falta de uno, dos puentes;
bellos como todo puente,
místicos como todo puente,
y un poco más también, Maxi, Darío.

Y acá nomás del final,
pero bien acá bien porteño.
Bien tango del nuestro
y del nuevo también... pero ¿y?

Bien barrio Barracas, con barro y con perros,
con erre y con rimas.

Tu puerto y mi muerte

Yo ya te elegí.
Ojalá a mí, vos también.
Aunque nos conozcamos menos
que el agua y lo mojado
Yo te elegí.

Te elegí lugar, provincia y país.
Hacia vos iré a pasar cinco días cualquiera,
o, un día antes de morir.

¿O las dos cosas? bueno, así sos:
ambiguo, así te sueño:
tan país como ciudad;
tan continente como cultura;
tan puerto como alegre.
Iré, no me esperes, Porto Alegre.
Será en una tarde, llena de frío...

Me calzaré el mate al brazo
Y me pondré unas ganas raras
de entrar a cualquier bar.
Y saldré a tu encuentro.
Y no haré nada más, que encontrarte.

Saldré a tu encuentro.
Será una tarde fría,
de las que siempre nos gustaron:
bufanda obligada, abrigo cómodo,
y algo de valentía.


Yo te encontraba primero, creo...
y decía: "Me has encontrado", o algo así...
Y así sabía que ya estaba muerto.
Así moría:
en una tarde de fría,
de esas que me contaron
que hay en Porto Alegre.