No se olviden de mí:
soy risueño y verborrágico;
tengo calambres, y
no se si alma.
Caído y condenado,
me han quitado la paciencia.
Con mi mano, mi pezuña,
acomodando reuniones,
invasiones; con mi voluntad;
pero se olvidaron de mí.
Fastuoso y furtivo,
me han robado mi Fausto.
Sangre, fuego y rosa,
siempre confundido con el mal,
siempre amigo del cambiar.
¿Diablo yo?
¿Para qué si no lo entienden?
Voy con la máxima pureza,
la del caos permanente,
de la locura.
Y la utopía:
no se olviden de mí.
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