No es lo mismo

No es lo mismo
el dolor que la dificultad
dijo alguna.

No se muy bien que decir;
sólo digo que el miedo es humano...

De todos modos me alegro,
(¡me alegro!)
me alegro de haber visto a la historia pasar:
no por al lado,
ni por enfrente,
sino por encima.

Alondrina

I,
No te quiero, no te amo.
Sólo te pienso, te deseo:
tan cuero soy, que no te quiero.

II,
Te gusta sin música bailar,
te gusta cenar
y desayunar, claro, desyunarnos.
Fumar, correr y tomar,
trasnochar, no hablar, no llorar.

Así te imagino,
y un día te encuentro,
nos encontramos, transpiramos.
Así encontraré tres plumas entre las sábanas
y diré que te abandoné,
que era mejor y que alondra eras
triste, enamorada como todas
y que no eres golondrina,
que no.

Igual, siempre
siempre te vi golondrina.
Así, lo se,
me gustas golondrina
que no llora, ni alondra.
Alondrina, no me digas
que yo ya lo sabía:
golondrina.

III,
Espero que al menos me dejes una parte
de ese revuelto: instinto e intelecto, tu alma
síntesis de conciencia y carne cruda.
Todo sangre con cerebro.
Un pedazo que al menos me dejes,
para usar de visa en tu maqueta.

Juntando plumas entre sábanas
armé tu figura; y con tu alma
alondrina, te traeré de vuelta,
golondrina.

IV,
No te pido, no te quedes,
vuelve, vete, golondrina.
Así, armandote de nuevo
con trozos de alondritas.
Sólo pido que me dejes
un pedazo de alma tuya.
Y esperar, esperanzado;
que vueles, vuelvas,
golondrina.

Elegía fraterna

Tengo una angustia, hermano.
Hay un dolor en el pecho;
a quedar, se empieza a quedar,
se ensaña con mis horas.

Y se me está pudriendo
la esperanza, única.
Hermano: se me agranda
y se me achica el alma.

Los días pasan huyendo, que pegan un grito y
corren que corren que no los alcanzo; que no me alcanzan
los días, no me alcanza la vida.

Que manera de darme,
de darme pena, digo.
Para asustarte, hermano,
no es que te escribo, hermano.

Sólo quiero que se vaya, se disuelva y sea nada; que sea yo
como si nunca, nunca, nunca, hubiera tenido
el dolor, la angustia, ni las ganas de escribir.

Que se entienda lo obvio

No pretendemos mover las montañas, no.
Que se entienda:
las montañas no se mueven.

Que se entienda lo obvio:
lo que es, no siempre fue.
Y ya dejará de ser: no llores, querida, no

Pablo

"Fui más allá del oro: entré en la huelga."
-Pablo Neruda

Pablo: la Arcilla, el Relámpago,
el Partido.
¿Porqué no vendrás hoy, así
escribiría unos versos tremendos
de lucha con ternura?

Me diste el amor de América
con aquel canto inconmensurable.
Me enseñaste a leer la poesía
con crudeza de soldado miliciano.
Me has hecho indestructible
con un poema de amor compartido.

Neruda: la Arcilla, el Relámpago,
El Partido.
Soldado entre poetas; maestro entre soldados.
Desde tu patria lanzaste
un ejemplo sagrado.

Que no se olviden: en ella reinan
desde hoy tus asesinos.
Que no se rindan: tu lanza
se ha vuelto a clavar, allí,
donde duerme el enemigo.

Valiente en sus maneras

Somos como sangre derramada.

Me gusta ese verso. Aunque
por más esfuerzo, no tiene
sentido; ni lo intentes.


Es la ignominia del color.

La vi en el diccionario. Aunque
descubrí una palabra maravillosa
no me sirvió en este poema.


Y sí. Este es un día perfecto, de gris
pero sin
lluvia,
ofuscado por melancólico.
Con todas las ganas de escribirlo:
de que sea,
en un poema de tres versos,
perfectible, verosímil;
bello y contundente.

Con todas las ganas, todas,
todas, quedan en nada.
Es de esos días
ya bien conocidos, doscientas veces siete
vividos.

Es un día para dedicarlo
a los otros, a lo ya escribido.

Es para leer medio libro o
escuchar una película de fondo.

Es un día con ganas de decir y no
poder:
valiente en sus
maneras;
inútil en
sus letras.

Para mí perdido para ustedes
y mañana perdido entre
algunos papeles.

Poema con estructura

Si tu patria no te alcanza:
toma tu pluma, tu rama,
tu bala: empuña tu lanza,
la preferida;
y dispara, ahí dispara.
Dilo y dispara,
cuando la patria no alcanze.

Si tu patria no te alcanza:
no te alcanze una desidia
ni te aturdan tus miserias.
Hacia el estrado
esa vieja clase y también
nuestro pasado.
(Pero lleva este Partido).

Anduve por las cuevas

Anduve por las cuevas
de la luz violenta.
Se me derritieron de a poco;
se me escurrieron por los poros
el hígado, la retina y el tabique.

Me despertaba escupiendo astillas,
de hueso: a martillazos,
desprendidas de mi cráneo.

Me desperté sin saber de ayer.
Me acosté sin querer despertar.
También y todo, así.
Desperté sin poder querer.
Volvía sin querer y sabía.

Entonces caminé, caminé y me alejé
caminé-caminé, y caminé, caminé.

...

Con dos tercios
de la vida muerta,
con la esperanza de los otros
en mí traicionada:

Empecé y empecé y empecé,
empecé y no dejé de empezar.

Entonces dejé
de ser: fui cien, un mil, un montón.
O vivos o muertos o no.
Se hicieron en uno, uno más.

Y ahí, justo ahí, desde ahí.
Y ahí, justo ahí es que empieza
que viene, ese verso que viene.