Descubrí la ternura, la crueldad.
La inocencia.
Descubrí la estupidez:
Y en todos la vi.
Nadie la notaba, como a mí.
Pero ahí estaba.
Nadie dejaba por eso de ser feliz,
pero estaba ahí.
Ahí. Ahí me di cuenta:
Lo terrible no es tenerla.
Lo terrible es darse cuenta.
Y empecé, sino a ser feliz,
por lo menos a existir.
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