Pedro Ladrador, tercera parte

Escupir la rima.
El sonido que me predomina.
Quitarme la forma enferma.

Predomina.
Volví a ladrar, volví.

Volviendo a ser
el perro que soy,
será


.

Unos cuantos miedos

Si quisiera ser parte de todo,
sería parte del sonido.
Sería parte de un sonido que me falta.
Música: Tengo miedo a dejar de cambiar.

¿Habré dicho miedo antes?
¿Justo antes?
Porque si es así: tengo miedo
de perder la cosa que me lleva a escribir.
O de saber que es verdad.

Hace tiempo que no digo "vos".
Hace tiempo que no.
¿Sabés que?
Te voy a escribir,
retrato imaginado,
ya realizado en algún lugar.
Ya con ganas de
haber sido.

Te regalo lo que nunca.

Canto a salvo

Con astillas en la lengua
me imagino un canto tuyo.

Con mentiras o verdades
ese canto es canto tuyo.

Con mi vida o con la otra
cuando canto el canto es tuyo.

Tengo esperanza en alguna de esas.

Si hay teoría que me duerma
que me duerma la angustia;
que me duerma despierto
o que me despierte del todo.

Para que algún canto salve al mío.

Quiero evitar

Quiero evitar las burocracias de la muerte:
no pensar en libros que no leeré;
ni que dirán de mí en mis ausencias.

Las ciudades que nunca voy a conocer.
Los teatros que no me van a conocer.
Y todas las canciones que nunca sentí.

Ni reconocer la trágica fantasía de amor 
que se cumplirá, irremediablemente:
aquella sobre el morir desamando.

Amigos que seguirán siendo
siendo enemigos
de mis enemigos.

Párrafos sin estudiar
Imágenes que no creé
Países sin liberar
Mundos sin estallar
Y aquella confesión, aquel secreto que nunca,
nunca voy a tener para contar.

Así limpio, de secretos;
sucio, de dudas
y colmado de esperanza,
sólo pido que no me conviertan 
en piedra con epitafio.
Que me vuelvan al mar
para charlar con los caídos
cuando baje la marea;
para cuando suba,
rozar el horizonte.

Ser invisible


Descubrí la ternura, la crueldad.
La inocencia.
Descubrí la estupidez:

Y en todos la vi.
Nadie la notaba, como a mí.
Pero ahí estaba.

Nadie dejaba por eso de ser feliz,
pero estaba ahí.

Ahí. Ahí me di cuenta:
Lo terrible no es tenerla.
Lo terrible es darse cuenta.

Y empecé, sino a ser feliz,
por lo menos a existir.


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